El aroma de la memoria: Claribet y el legado del sabor en la plazoleta de la Gobernación.
En la plazoleta de la Gobernación del Cesar, donde cada día transitan funcionarios, visitantes y ciudadanos en su ir y venir cotidiano, hay un aroma que no se pierde con el paso de los años. Es un perfume suave, pero persistente, que mezcla el maíz, el café recién colado, el coco y la yuca. Es el olor del pasado que se resiste a desaparecer, el de una historia familiar que sigue viva en cada mordisco. Ese aroma tiene nombre: Denis Rodriguez.
Claribet es más que una vendedora de productos típicos. Es la heredera de una tradición que empezó hace más de tres décadas con su madre, Denis Rodríguez, y que tiene raíces aún más profundas, en los abuelos maternos que en su tiempo tenían una panadería. Hoy, ella honra esa herencia con su puesto justo frente a la Gobernación, donde lleva dos años ofreciendo queques, enyucados, galletas, bollos de mazorca, almojábanas y el infaltable café purito.
“Mi mamá estuvo aquí durante 30 años, y ahora estoy yo, continuando lo que ella nos enseñó. La idea es que esto no se pierda, que la tradición familiar siga”, cuenta Claribet, mientras acomoda con cariño las productos de su canasta, que son ya símbolo del sabor y la persistencia vallenata.
El día de Claribet comienza a las 4:30 de la mañana, con una oración y la preparación de los productos que serán transportados hasta el corazón de Valledupar. “Todo lo hacemos con la bendición de Dios. Si hay ventas, nos quedamos hasta en la noche, y si no, igual seguimos con la fe intacta”, dice con una sonrisa serena. Su labor no se limita a este punto; ella y su familia mantienen otros dos puestos más en la ciudad, como parte de un sueño que crece con cada generación.
Detrás de cada producto hay una historia tejida a mano, a fuego lento, con la sabiduría que se pasa de abuelos a nietos. Para Claribet, mantener viva esta tradición es una forma de identidad y resistencia. “A veces hay quienes estudiaron, son profesionales, y aún no encuentran rumbo. A ellos les digo que emprendan, que tomen algo propio, algo familiar, algo que represente lo nuestro, lo auténtico”, aconseja con humildad.
Su sueño es claro: ver crecer a sus hijos, nietos y bisnietos, y que ellos también lleven este legado con orgullo. Que el puesto en la plazoleta no sea solo un punto de venta, sino un punto de encuentro con las raíces, con la memoria colectiva del pueblo vallenato.
Mientras tanto, Claribet sigue allí, cada día, entre aromas que resisten el olvido, sirviendo café y esperanza con la misma dulzura con la que su madre lo hacía décadas atrás.
